¿Alguna vez has escuchado la historia de Caín y Abel? En resumen, se trata del relato de dos hermanos, hijos de Adán y Eva, que vivían una plácida vida familiar; sin embargo, tal vez por la actitud de los padres o por su propia falta de autoestima, Caín decidió que su hermano era el "consentido", el que recibía más amor y cuidados de sus progenitores, lo cual no merecía. En consecuencia, un día decidió matarlo para acabar con esa situación que le lastimaba y molestaba tanto.
No es que queramos matar a nuestro hermano o hermana, en realidad ni siquiera deseamos que algo le llegara a suceder; simplemente, el enojo ante la dificultad para comunicarnos con él, para lograr el respeto muto y para establecer una relación de igual a igual nos hace tener fantasías que consideramos inconfesables. Pero si no nos damos la oportunidad de expresar nuestros sentimientos, el temor y la culpa harán imposible resolver la dificultades con nuestros hermanos y marcarán nuestras relaciones en la vida adulta.
Tal vez en ciertos momentos lleguemos a pensar que definitivamente no existe posibilidad alguna de comunicarnos de forma directa con nuestros hermanos, que intentarlo sólo haría que las diferencias se hicieran más profundas y entonces la relación resultaría insoportable. Por esta misma razón será necesario usar nuestra imaginación para inventar nuevas formas de interrelacionarnos, con el fin de abrir un camino a la comunicación, el respeto y el apoyo mutuo, sin olvidar que, alguna vez, podría ser indispensable la intervención de una tercera persona en quien confíen ambas partes y que pueda ayudar con objetividad a resolver las diferencias.
Mensaje Protector: el enojo y l ira con los hermanos es natural; pero si es muy fuerte, ¡habla antes de pelear! Usa tu imaginación.
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